Sibilinos y silenciosos han ido torciendo normas y reglamentos como si nadie les viera...rafael@muci.com
La cobardía es un vicio que lleva a toda anulación del valor. Los hombres cobardes, como aquel Euristeo rey de la Argólida, gran pusilánime de la mitología hercúlea, no son merecedores del poder que ostentan, tiemblan de miedo por su imperfección física y moral y salen a esconderse en jarrones de bronce: instituciones del Estado donde se creen protegidos. Como la envidia, la cobardía es hija del diablo, y en su momento tendrán que rendir esas cuentas que ciegos, no pueden rendir ante sus propias conciencias.
No hay nada que refocile más al enemigo como observar al otro cejijunto y cabizbajo con ánimo desecho, con apariencia de derrota; pero a la inversa, no hay cosa que desarme más al enemigo que la convicción del coraje del contrincante, a pesar de todas sus trapazas.
¡Caramba! Somos más de seis millones de opositores. Hablemos claro, llamemos al régimen como lo que es, una dictadura. Proclamemos con claridad los despropósitos del CNE y su latente soledad y cobardía interiores. Sibilinos y silenciosos han ido torciendo normas y reglamentos como si nadie les viera, exijamos con toda la fuerza que nos da la ley el respeto a nuestro derecho de tener un registro depurado y limpio. No estamos derrotados, no podemos dejarnos vencer, no podemos ser cobardes y abandonar cualquier espacio que hayamos conquistado mediante votos, tenemos que salir todos a votar y pedir a nuestros conductores y en mayúsculas, que exijan respeto por parte del CNE, institución de rectores obsecuentes e injustos.
Como en la fábula de Esopo, la Tortuga y la Liebre, con constancia y paciencia, aunque a veces parezcamos lentos, obtendremos siempre el éxito.
"Los cobardes mueren muchas veces antes de su verdadera muerte; los valientes prueban la muerte sólo una vez". William Shakespeare.
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